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El febrero más triste para el Carnaval vejeriego

La esperanza de un Carnaval, aunque sea testimonial, se desvanece

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Esa sensación de vacío que los carnavaleros llevan sintiendo en su interior en los últimos meses, huérfanos de ensayos, sordos de letrillas y acordes, se agiganta con la llegada de febrero. Algunos valientes se animaron a ensayar. Por partes o a distancia apoyados por las nuevas tecnologías para cumplir las restricciones. Alguna agrupación tiene incluso su repertorio prácticamente montado. Alguna letrilla inédita sonará seguro. Pero la esperanza de un Carnaval aunque sea testimonial se desvanece ante la crudeza de la pandemia.

A mediados de enero la mesa del carnaval planteaba algunas propuestas entonces plausibles. Un pregón con esencia virtual. Alguna gala en el Teatro atendiendo a la faceta puramente cultural de esta fiesta. Ya entonces los actos más lúdicos como la cabalgata o las fiestas callejeras quedaban descartadas a favor de un carnaval seguro como anunciaba entonces el delegado de Fiestas, quizás empujado por su conocida afición. Pero aquello quedó en agua de borrajas. La realidad quebró aquellas ilusiones. Con la actividad no esencial cerrada, sin hostelería, este febrerillo loco se torna lúgubre y solo podrá tener un poco de luz a través de una pantalla.

El Palco del Falla, gran iniciativa de Onda Cádiz, el Concurso del Milenio de Canal Sur Radio y otros programas de televisión o redes sociales tratan de caldear, aunque sea mínimamente, el gélido ambiente de un pueblo que no suele volcarse mayoritariamente con la fiesta de Don Carnal, pero en el que hay grandes aficionados y carnavaleros que viven muy intensamente este mes.

Aquí en el pueblo de momento hay que conformarse con alguna letrilla compartida en redes. Así se aplaca el gusanillo, incluso algún lamento de los dolientes carnavaleros, que aún no se resignan a este febrero sin Carnaval. Ahí surge el rayo de esperanza. Quizás a medida que se acerque la tardía fecha de la fiesta local algunos nos sorprendan con alguna letra inédita, directos en redes sociales como los que ayudaron a hacer más leve el inicio del confinamiento hace ya once meses, alguna propuesta informal, cualquier iniciativa que obligue a desempolvar un disfraz o, al menos, una peluca, careta o antifaz.

Aún hay esperanza para que la fiesta más pagana, la más gamberra, encuentre la forma de manifestarse. Nunca nadie ni nada acalló la voz del pueblo. Quizá el veneno que muchos llevan dentro pugnará por resurgir. Ojalá triunfe y podamos disfrutar, siempre responsablemente, del arte que abunda en el Carnaval vejeriego. Aunque sea desde el sofá.

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