Las redes sociales llegaron hace muchos años a nuestras vidas para quedarse. Pueden ser una herramienta muy eficaz si las usamos de la forma correcta. Permiten mantener una relación activa con nuestros amigos y familiares a pesar de la distancia, se conoce a gente, puedes encontrar recomendaciones de sitios a los que ir a comer o visitar, entre otras muchas cosas.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Las redes sociales esconden un mundo muy oscuro. Una realidad virtual en la que a veces es más importante la popularidad que la propia salud, donde lo valioso es tener más ‘Me gusta’ en nuestras fotos o más seguidores.
Hace varios años nació el fenómeno ‘Influencer’, que podría ser definido como una persona que cuenta con muchos seguidores en las redes sociales, y que tiene cierta credibilidad sobre un tema en concreto, mayoritariamente moda y cosmética. Estas personas recomiendan a sus muchos seguidores algún producto, estando promocionados por una marca.
El problema lo tenemos cuando todo el mundo quiere ser ‘influencer’ y el límite al que una persona está dispuesto a llegar para ganar en popularidad. La gran mayoría de las ‘influencers’, o al menos las más conocidas en este mundo son mujeres, y algunas de ellas sumamente famosas como Dulceida que pueden llegar a ganar hasta 4.000 o 5.000 euros por subir una foto a su cuenta de Instagram.
Muchas de ellas recomiendan productos farmacéuticos sin ser, obviamente, médicos. Algunos de estos productos son toallitas contra el acné que contienen fuertes antibióticos o un antigripal que nos puede ayudar a dormir mejor. Por ello, hace unos días saltaba la noticia de que el Ministerio de Sanidad está trabajando ya con Google para que elimine los vídeos en las que estas ‘influencers’ recomiendan algunos fármacos, algo que solicitará también a las redes sociales como Facebook o Instagram.
África Benítez (@icabenitez en Instagram) es una ‘influencer’ gaditana, cuenta con 45.900 seguidores en Instagram y es la mujer de Cádiz capital con más seguidores en esta red social. Habla para Viva Cádiz, entre otras cosas, de su trabajo y de la obsesión de muchas adolescentes por ser ‘influencer’.
Comenzó en Instagram como una persona más. “Yo me lo descargué porque mi marido es músico y simplemente para apoyarlo en redes sociales”. África subía fotos en los conciertos de Aslandticos, el grupo de su marido, y fue en ese momento cuando la marca de ropa Shein se puso en contacto con ella. “En ese momento tenía poco más de mil seguidores y me mandaron un mensaje en el que me preguntaban si me gustaba su ropa y qué era lo que me más me gustaba de su web. Yo creía que era una encuesta o que simplemente me estaban pidiendo mi opinión”, pero la sorpresa llegó cuando “les dije dos o tres prendas que me gustaban y me decían que me las mandaban a casa”.
África, que trabajaba como trabajadora social en una oficina, pide una excedencia con el paso del tiempo para dedicarse al mundo de Instagram y afirma que le encantaría pensar que “soy una influencer que influyo en la gente a ser feliz, un estilo de vida positivo”.
“Yo pienso que una influencer debería ser una testadora, es decir, probar y elegir productos y recomendar aquellos que sean realmente buenos”, afirma.
Reconoce que hay gente obsesionada con Instagram. “A mí me han escrito chavalas y me han mandado vídeos en los que me preguntan cómo ser influencer, cómo subir una foto, me dicen que les elija que foto subir. Me han escrito niñas llorando y me han mandado vídeos llorando preguntándose porque una foto que habían subido no ha tenido éxito si yo le había dicho que estaba bien”.
África piensa que es el único trasfondo es ganar popularidad. “Si tienes muchos seguidores, te agranda el autoestima y te sientes más guay”.
“La gente joven se frustra mucho, cuando empiezas tienes pocos seguidores, tú no puedes llegar rápidamente a tener 40.000 seguidores, eso va poco a poco”, afirma, pero también se da el caso de “gente que compra seguidores y ‘me gustas’ en internet”.
Ella está totalmente en contra de las ‘influencers’ que recomiendan productos farmacéuticos. “A mí me han llamado para que recomiende pastillas para adelgazar o cremas anticelulíticas, pero les he dicho que no, no es mi estilo, no estoy de acuerdo. El límite debe llegar hasta donde conoces. Si tú no has estudiado medicina no eres médico”.
“Conozco a niñas que se han comprado cosas y después han dicho que se las han mandado. Lo único que importa es el ego, agrandar tú ego, poder decir: mira esto que me han mandado”, señala.
Aunque pueda parecer obvio, el mundo de una ‘influencer’ no es solo alegría y diversión, estar maquillado todo el tiempo, aunque hay gente que no lo cree así, o eso parece. “Hay gente que me ven por la calle y no voy arreglada y se sorprenden. Yo me hago las fotos cuando voy mona, cuando voy al Mercadona a comprar no. Hay gente que se cree la imagen de que siempre vamos perfectas, de que siempre estamos felices”.
La vida de África dio un cambio radical hace varios años, dejó el trabajo de oficina por vivir de su propia marca personal, aunque aún le siguen sorprendiendo cosas. “A mí me han pedido que vaya a una boda porque le gustaba a la novia, o que le mande un vídeo a alguien felicitándolo por su cumpleaños”.
Ella mejor que nadie conoce los entresijos de esta red social, que muchos la usan por mera diversión, mientras que otros llegan a coger depresiones por algo tan simple, a priori, como puede ser tener más ‘me gusta’ o seguidores.