“En mi pueblo, el que no trabaja es porque no quiere”. La frase lapidaria es de Juan Manuel Sánchez Gordillo, el eterno alcalde de Marinaleda (Sevilla), una localidad de casi 3.000 habitantes con sólo 98 parados, una isla política en la comarca de la Sierra sur sevillana.
Una isla en muchos sentidos, porque es un pueblo con un alcalde que lleva en el cargo desde 1979, con una cooperativa que da trabajo a casi todos los vecinos, y en el que no existen inmobiliarias ni cadenas de supermercados, “ni nada que promueva el capitalismo”, explica Sánchez Gordillo, que el domingo se volverá a presentar a las elecciones liderando la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT).
El alcalde, que se recupera de un ictus que no le hace expresarse todo lo bien que él quisiera, pero conserva intactas sus dotes de defensa de lo público, pide que no haya grabación de vídeo y dejarse puestas sus gafas de sol, en un despacho en el que no está la bandera de España, igual que la imagen de Felipe VI no está en el salón de plenos.
La gasolinera que da entrada al casco urbano se llama Santiago, la peluquería es de Toni, la tienda de Ultramarinos Martínez González Adela… y todo ello sin cadena ni franquicia alguna. “Si no respetan a los trabajadores y les pagan un sueldo digno -habla de Mercadona- en mi pueblo no entran”, enfatiza.
“Lo privado es necesario, pero si viene a instalarse el Mercadona se cargaría a los pequeños empresarios, al mediano comercio, y habría más paro, pero el Ayuntamiento se vuelca con los vecinos que quieren poner un negocio. Les damos local gratis y pagan los mismos impuestos que cualquier otro, y somos el pueblo donde menos impuestos se paga”, dice el alcalde.
Sobre lo llamativo de la baja tasa de paro en el pueblo dice: "Lo que hacemos aquí se puede hacer en cualquier sitio de Andalucía y del resto de España. La tierra y las industrias deben estar en manos de muchos, no de unos cuantos porque entonces utilizan el dinero como les da la gana”, señala, en referencia a la cooperativa ‘El Humoso’, en la que trabaja una parte importante de los jornaleros de Marinaleda, cobrando un sueldo de 1.250 euros al mes.
Parte de la finca (1.159 hectáreas) fue expropiada por la Junta de Andalucía en 1987 y cedida al pueblo después de un periodo de lucha y ocupaciones encabezadas por el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) en la que destacó el alcalde.
Pero si hay algo que llama la atención es la política de vivienda, que el alcalde explica: “El Ayuntamiento pone el terreno y los materiales, y el proyecto que realizan los técnicos municipales. La persona a la que se le concederá el usufructo trabajará en régimen de cooperativa en su construcción y, si no puede porque tenga ya trabajo, pagará el sueldo. La vivienda es siempre propiedad del Ayuntamiento, el usuario tiene su usufructo y, una vez se instale, paga 15 euros al mes. No puede venderla, por lo tanto, no hay especulación”.
Sánchez Gordillo se define como ateo, “pero que mis vecinos hagan lo que quieran, porque no estamos quemando iglesias ni santos. Hay dos iglesias y vecinos que van a los cultos”, y es el único pueblo de España que organiza una “Semana Santa alternativa”, con actividades laicas para los que no van a las procesiones.
Pero el alcalde cree "en Cristo como un hombre adelantado a su tiempo, en Gandhi, en el Che…” y lanza un dardo a sus “socios” de Podemos, “lo menos malo que hemos encontrado”, para sentenciar: “no estoy de acuerdo con la compra del chalé (de Pablo Iglesias), lo digo claramente. 2.500 metros son inviables para el medio ambiente, toda la población de España no puede tener un chalé de 2.500 metros, harían falta tres o cuatro Españas”.
Sánchez Gordillo se enfrenta a su duodécima elección, no aclara si dejará la alcaldía si su salud no le deja estar a tope, pero defiende que cualquiera de su equipo puede mantener su política, aunque no lleve el pañuelo palestino que ha hecho famoso.