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Sevilla

El Corpus de los sevillanos

Sevilla vuelve a radiar más que el sol en un jueves de Corpus en el que la nota predominante fue la alta participación de los miles de sevillanos por el centro

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Sevilla vuelve a radiar más que el sol en un jueves de Corpus en el que la nota predominante fue la alta participación de los miles de sevillanos que se congregaron en las calles céntricas para presenciar el transitar del extenso cortejo.

Desde 1426 viene la ciudad celebrando con honores la fiesta de Jesús Sacramentado, convirtiéndose además en la festividad local que mejor ha reflejado la historia y marcado los tiempos de la Sevilla del ayer hasta la Sevilla de nuestros días.

Todo es color y luz. Los balcones repletos de espigas y racimos de uvas entre mantones de manila. Los altares se hacen arquitectura efímeras de las fachadas más añejas. El verde del romero redunda en un perfume que merodea por todo el centro de la ciudad. Nueve pasos, cálices, bandas, militares y un sinfín de autoridades que conforman el marco perfecto en la alabanza de Sevilla al Santísimo Sacramento del Altar.

 

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Desde muy temprano, a las 7.30 horas, la Catedral abría sus puertas para el acceso de todos los sevillanos que irían a participar de la misa estacional en el Altar de Jubileo, presidida esta por el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo. Antes del inicio de la celebración eucarística (8.30 horas), la Corporación Municipal realizó su tradicional recorrido bajo mazas hacia la Seo hispalense y amenizada por los sones de la Banda Municipal.

A las 8.15 horas, y tras los laudes del Cabildo Catedral ante la Virgen de los Reyes, los niños carráncanos y el portentoso guión Sacramental del Sagrario, una pieza magistral del siglo XVIII, abrían el largo cortejo desde la Puerta de San Miguel para comenzar a recorrer el primitivo itinerario que les llevaría a tomar la Avenida de la Constitución, la Plaza de San Francisco, Sierpes, Cuna, Plaza del Salvador, Francos, Alemanes y Plaza Virgen de los Reyes para regresar por la Puerta de Palos.

Comenzaba el innumerable cortejo cofradiero de la ciudad. Tramos algunos digno de la Semana Santa que dilataban aún más la espera entre Santo y Santo. La primera en aparecer y pisar la kilométrica alfombra de romero fue Santa Ángela de la Cruz, obra joven de Navarro Arteaga y que participa en la comitiva desde el año 2010. Le seguirían las Santas trianeras Justa y Rufina, que este año fueron portadas por los hermanos de la cofradía de las Cigarreras, coincidiendo con el año en el que los cofrades de Los Remedios verán coronar a su Virgen de la Victoria.

Posteriormente, los hermanos sevillanizados San Isidoro y San Leandro aparecían en escena precedidos por representaciones de hermandades de gloria y penitencia. A los que le siguen el patrón de Sevilla, el Rey San Fernando, exornado como es habitual por la hermandad de la Redención y acompañado por los sones de la Banda Municipal. La Inmaculada Concepción de Alonso Martínez seguía sus pasos portada por la primitiva cofradía de nazarenos del Silencio. Y ya en el último tramo del cortejo, el Niño Jesús “montañesino” del Sagrario y la Santa Espina -custodia chica- a la que exorna la hermandad del Valle.

Mientras todo ello acontecía por las calles de la ciudad, en la Seo metropolitana los niños Seises bailaban momentos previos al inicio de la procesión del último de los pasos: el que porta a la magistral obra de orfebrería de Juan de Arfe y Villafañe, la Custodia que preside el Santísimo Sacramento. Sobre las 11.00 horas, el Santísimo Sacramento del Altar se dispuso para presentarse ante la ciudad. El clero antecedía al gran monumento de más de 300 kilos de plata en el que se muestra a Dios Sacramentado en el viril de oro. Y Sevilla lo esperaba. Con rezos, timoratos vivas y petaladas, la ciudad se arrodillaba ante el único paso sevillano que no es portado  por costaleros, por razones obvias correspondientes al peso.

Avanzó por la avenida de la Constitución y tras cruzar ya en la Plaza de San Francisco la portada dedicada a la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores del Cerro del Águila con motivo de su 75 aniversario y tendría lugar el primero de los dos motetes (composición polifónica de cantos, de texto comúnmente bíblico) que se representan en este particular recorrido. Así caminó, deteniéndose delante de cada uno de los once altares alzados para exaltar aún más dicha fiesta religiosa. Y sobre las 12.30 horas, la Custodia se detenía en la Plaza Virgen de los Reyes para recibir los honores del escuadrón del Ejército bajo una cerrada ovación del respetable que presenciaba tal acontecimiento.

Una vez dentro de la Catedral y bajo las sonoras campanas de la Giralda el solemne culto finalizó con la exposición del Santísimo y la bendición final del arzobispo tras una mañana en la que Sevilla quiso volver a reconciliarse con su histórico Corpus.

 

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