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dRamas, caballeros y el salmón

"¿Por qué entonces en la mayoría de religiones se presume que el amor es incondicional, o lo que es lo mismo, que no tiene límites?"

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Como muchos de ustedes sabrán, el salmón está entre los peces anádromos que nadan río arriba,  (a contracorriente), con objeto de desovar.

Aunque no es del mundo marino de lo que quiero hablar, sino de lo doloroso y estéril que puede resultar para la especie humana, ´nadar a contracorriente´, metafóricamente hablando. 
Titulares y comenzamos.

“Corto de animación del amor entre dos chicos que lo está petando en las redes sociales”; “Disney presentará su primera princesa homosexual en 2018”; “El Obispado de Castellón expedienta a un cura por bendecir el amor de dos mujeres”.


Todos los títulos anteriormente enunciados tienen algo en común: que son noticia, pero que no tenían que serlo en el siglo veintiuno. Los dos primeros; sencillamente porque hacen gala de la sempiterna excepción que se le da a toda relación homosexual. Todavía se observa esa doble moral, que roza ya un grado de pereza ingente. En el último, (el señor que dice representar a Dios en la tierra), porque prohíbe a su homólogo  predicar con el ejemplo. Por un lado nos dicen que nos amemos los unos a los otros, pero por otro,  se ve que con condiciones. ¿Se imaginan el amor condicionado?.  Al final va a ser verdad eso que decía George Wells, “Si El Padre Eterno existe, a  fin de cuentas, él ve que no me comporto peor que si fuese un creyente”.

Teniendo en cuenta que la definición de amor es el sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona a la que se le desea todo lo bueno; ¿cómo es posible que ´a ratos´ nos digan que ´las reglas del juego´ son otras?; ¿Por qué entonces en la mayoría de religiones se presume que el amor es incondicional, o lo que es lo mismo, que no tiene límites?.

Quien suscribe se tiene por una persona de carácter conciliador, por lo que evita pisar ´determinados jardines´, así que vaya por delante aclarar que la exposición de esta columna de opinión, ha sido fruto de la sensación de ese ´vaso colmado´,  por titulares  como los anteriormente descritos, porque los encuentro, (entre otros adjetivos),  primitivos.  Por tanto, permítanme que deje a un lado tantas sutilezas, metáforas,  y  eufemismos que empleo en otras columnas, dado que entiendo que para ésta no estaría mal hacer uso de cierta dosis de contundencia; aunque el resultado de esta publicación no sea más que la aportación del ´granito de arena por la causa´.

Un corto animado donde dos chicos se profesan amor!; Una princesa que se siente atraída por otra!., Uau!., cuánta conducta execrable!. Sin embargo nadie se echa las manos a la cabeza con la idea desfasada de que  la princesa, (sí o sí, y en el peor de los casos, también),  vivirá con el príncipe por siempre jamás, y serán felices en cada fotograma de su vida; sin olvidar que su  descendencia será unos seres con cualidades físicas dignas de portada de la nueva temporada de El Corte Inglés.  Ah!., y por supuesto, ningún miembro de la estirpe  enfermará nunca.

Nuestra anterior generación no nos explicó que ya nacemos enteros, sin necesidad de ´medias naranjas´. Que en realidad nos haría más libres y felices eso de,  “no te necesito, pero elijo estar contigo”.

Pues para los que han nacido y creído en esos cuentos, debo darles una mala noticia: esa no es la realidad. La verdad es algo muy distinto. No seré yo quien asegure que no hay Príncipes felizmente unidos a Princesas: ¡por supuesto que los hay!. Y desde aquí, mi más sincera enhorabuena. Pero créanme cuando les digo que coexisten otras combinaciones de amor en la especie humana. Es una auténtica lástima que esta doble moral que azota nuestra sociedad obligue a muchas personas a no atreverse  a expresar lo que sienten, sencillamente porque no es del agrado de un sector. Y  todo ésto conduce a que haya muchas personas que viven nadando como el salmón, pero sin su destreza. Nadie ha nacido para verse limitado en su forma de expresar a quien quiere; a quien elige para andar el camino. Porque no nos engañemos,  y admitamos que ni por amor hacemos lo que hacemos por miedo. Y muchas personas, bajo la influencia de ese temor,  están donde no quieren, y por ende viven ´nadando a contracorriente´, con el desgaste emocional que eso supone, y la profunda pena que conlleva. Así de sencillo y así de duro.  Y eso se lo debemos a esa forma absolutamente desacertada de pensar, y en la que hemos sido educados. Esa  misma convicción es la que ha llevado a esta sociedad a suponer que  sólo hay una única fórmula válida de amor entre dos personas. Porque no sé si lo saben, pero también  existen  príncipes que maltratan, humillan, ningunean, mienten, ect., a princesas;  y ni que decir tiene que al revés, también. Sí: existen  castillos con apariencia de envoltorio de bonitas historias, que en realidad encierran entre sus paredes ´cuentos´ de dRamas y caballeros.  

Me encantaría pensar que detrás de aquellos que nos representan en las Instituciones, existe una idea real de erradicar tanto odio todavía, hacia lo que no se considera ´común´; hacia lo que es distinto a la mayoría. Es obvio que  hay un doble discurso, y ni que decir tiene que ésto es un tema de concienciación. Desafortunadamente es inobjetable,  que  muchas personas, que por su educación, escasas oportunidades, ect., y que están viviendo una situación más que alejada de lo que querrían; o lo que es lo mismo,  (nadando como el salmón), piensen a cerca de una sociedad igualitaria en derechos, que  la única verdad es que es todo mentira.

Parafraseando al señor Wilde diré, que si ser distinto es un crimen, yo misma me colocaré las cadenas.

Dedicado a Manuel y Mercedes; Y Manolo y José. En ambos casos, más de una década juntos. Cuatro personas que con independencia de preferencias en cualquier faceta de la vida misma, sellan este mes de Septiembre dos relaciones cuyo denominador común es el amor… Amor exento de condicionantes……nada más….y nada menos.   

Permítanme desde aquí felicitar a los contrayentes, así como desear que llegue el día que sólo veamos anádromos bajo el agua.

Una cosa es pelear con el enemigo, y otra muy distinta, con los sentimientos. Miguel de Cervantes.

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