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Huelva

Una pesadilla hecha realidad

Estremecedores relatos de personas que afectadas por la vivacidad de las llamas tuvieron que ser desalojadas

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  • Camping Doñana -

Vi las llamas, cogí a mis dos hijos de 5 años y 8 meses, avisé a todo el que pude y huimos hacia la playa”. Fernando Guisado es uno de los 4.000 afectados por el fuego devastador del Camping Doñana.

Lo ha perdido todo: su caravana, su parcela, su cocina portátil y su pérgola. Era su primer año en el camping “y no lo he podido disfrutar”. Ahora no le queda más que esperar a que su seguro le pueda devolver en metálico parte de lo que ya no podrá nunca más recuperar.

Pero hay más. El caos se ha apoderado del Camping Doñana. Una de sus coordinadoras ha advertido a Viva Huelva que “es imposible cuantificar los daños”. Las llamas han devorado todo lo que se encontró. Al menos no hay que lamentar muertes o heridos. “Se apoderó el pánico colectivo, pero salió todo el mundo de forma ordenada. La Guardia Civil nos avisó a las 4.00 horas del domingo que era seguro irse por carretera en dirección a Matalascañas. Aquí el 90% de las personas eran residentes de larga duración. Esto es un horror”, esgrime con inquietud.

Por su parte, Paco Quintero es vecino de Mazagón y disfrutaba del fin de semana con su familia. “No sabía qué hacer. Era de noche, me desperté por el olor a quemado, desperté a mis tres hijas pequeñas y no me quedó otra que huir a Huelva”, explica Quintero, quien añade que no ha vuelto a su vivienda vacacional hasta la mañana de este lunes porque estaba “asustado” al ver las informaciones sobre el incendio por la televisión y espera que “todo acabe cuanto antes. Nos fuimos de la casa sin poder recoger nada. Mi casa da para la carretera y ahora está todo negro, calcinado. Podría haber pasado de todo”.

Sin embargo, no sólo en Mazagón se vivieron momentos de tensión. La playa de Matalascañas se vació en la tarde del domingo por la presencia del fuego a escasos kilómetros. “La gente se fue antes de lo normal, el aire empujaba hacía Matalascañas y, de pronto, se dejó de ver el humo por las llamas. La gente se asustó y se vivieron escenas de pánico en el paseo marítimo”, relata Sonia, camarera de un chiringuito playero. “Muchas personas empezaron a correr, otras mantuvieron la calma. Era difícil qué pensar. Son momentos con mucha adrenalina. Tengo clientes que huyeron a las 17.00 horas y no pasaron por El Rocío hasta las 20.45 horas, cuando hay nada más que quince minutos. Cortaron la carretera y la gente se quedó incomunicada”, comenta la joven.

El incendió pasó por zonas de afluencia turística. Vlada, procedente de Rumanía, se encontraba en Matalascañas disfrutando con sus amigas del fin de semana y “no me podía imaginar que viviría esto. No tenemos coche, no encontrábamos transporte público y nos agobiamos mucho. La gente se puso muy nerviosa”.

Por último, uno de los bomberos que trabaja para controlar el fuego admite que “esto es una barbarie. Aunque todo va ya a mejor, en cualquier momento hace más viento y volvemos a lo mismo. No nos daremos por vencidos. ¿Quién puede ser capaz de provocar algo así? Esto es consecuencia de la sinrazón”. 

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