Pocos espectáculos alcanzan la categoría de tal cuando se presentan sobre las tablas. Principalmente porque se confunde un recital bien ambientado con la esencia de lo que es un choro continuo de sensaciones bien hilvanadas, en todo ascendente hasta terminar con el público atónito porque la llegado el final. Eso es un espectáculo. Lo segundo.
Virginia y Verónica Vélez pesentaron este sábado pasado Tributo a la Voz del Tiempo, un homenaje a Camarón desde su tierra con el talento de su tierra y consiguieron ese difícil y extraño ambiente en el que las cosas que están pasando no se ven tanto como se sienten y cuando terminan es cuando se une lo que se ha visto con lo que se ha sentido. Porque cuando están ocurriendo el público está entregado para recibir sensaciones. No para pensar.
Tributo a la Voz del Tiempo, con Jesuli Carrillo y Triana Alcázar, llevaba detrás una base sólida en la que apoyarse, lideradas por las dos bailaoras y profesoras. Jesúis Castilla, Ana María Lezana (quizá la mejor cantaora para cantar que han conocido muchos) y Cañejo de Barbate en el cante.
Las guitaras de Manuel Monje El Pelu, Juan Manuel Fenández y Rubén Delgado; la percusión de Álvaro Lamela; el violín de Emilio Martín y la colaboración de los grupos de la Escuela Tronío. O sea, todo.
Un teatro lleno para sentir ese espectáculo y además, un teatro entregado al buen hacer, a la profesionalidad y a los momentos inenarrables -como ver, oir y sentir el baile de Virginia Vélez con su hijo en brazos bailando Nana de caballo grande, recuerdo a Camarón con la letra prestada por Federico García Lorca- y el recuerdo que este periódico ofrece a través de las imágenes de uno de los mejores fotógrafos con los que cuenta ¿La Isla?. Se queda corto un simple espacio territorial para el gran Ignacio Escuín. Fotógrafo del mundo.