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El Puerto

Lo que yo te diga... de la paridad

Son tantas las facetas en las que una mujer supera a un hombre que es para sentirse abochornado en gran cantidad de ocasiones

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Luis Miguel Morales | No me cansaré de decir, por más que se me intente convencer de lo contrario, que vivimos en una época de postureo contínuo, de un exhibicionismo desmesurado sin el más mínimo pudor de mostrar y enseñar cuanto más mejor.

El puritanismo dijo hace ya tiempo adiós en nuestros políticos más avezados y más preocupados en querer vendernos una realidad que poco o nada tiene que ver con la verdad.

La igualdad mentirosa, la que al final se termina por imponer en una paridad que ni existe ni se busca fielmente, solo un objeto decorativo  que simplifica unas políticas  injustas y que afecta a la preparación y a la lógica.

Los puestos representativos deben liderarlos lo válidos, independientemente de si es hombre o mujer. Mayor desigualdad con los preparados se realiza con los que imponen el género para diferenciar, no para unificar y separar.

Gestos populistas en el que el aplausómetro funciona perfectamente con la satisfacción de los que trasnochan por conseguir -dicen- un reto. Un paso atrás el premiar al que no sabe y solo progresa por una paridad injusta e impuesta.

“No igualar jamás a los desiguales”, escribía Nietzche. El trato preferencial para con cualquier condición de género no es ni democrático ni creo que nos haga destacar sobre los preparados sí en los mediocres, que precisamtente es lo que se impone de un tiempo a esta parte.

La mujer debe representar puestos de gobernabilidad o de responsabilidad por méritos propios no por ser mujer.

Es otra manera de desvirtuar su posición y una manera de denigrarla. Simplemente por el echo de serlo no puede ser validado como aceptable para ocupar un puesto que de otra manera no estaría.

Esa segregación sexual es la que se impone a costa de meter en puestos claves a verdaderos inútiles.

Que valga, que sirva no por el simple echo de ser mujer ya debe prevalecer en posiciones que no merezca. Pero ir contra ello es ir contra -según estos- con lo políticamente correcto, con la dictadura de la minoría pensante.

Los experimentos deben haber ya cubierto ya el cupo. Ya pudimos comprobar que una cosa es la teoría y otra bien distinta la práctica y que por la boca muere el pez, como ya tuvimos la ocasión de comprobar en Grecia con Syriza, que formó un Gobierno sin ninguna mujer al frente de sus doce ministerios después de proclamar las bondades de sus propuestas libertarias. Ni una sola.

¿Cuestión de preparación? ¿Golpe de realidad? ¿O una igualdad mentirosa?

Esa misma es la que en el Ayuntamiento portuense se ha terminado por decantar. Otro gran golpe de realidad ha posicionado a hombres en las primeras tenencias de alcaldías. Ni una sola mujer. Adiós parecen  quedar los bienquedas y las patadas al diccionario con su palabrería vacía del buenismo absurdo e inútil.

Quique Pedregal | Voy a hacer un juego de palabras nada original, Luismi, pero a mí lo de la paridad me parece una parida. En miles de asuntos las mujeres son mucho más aptas que los hombres.

De hecho, son tantas las facetas en las que una mujer supera a un hombre que es para sentirse abochornado en gran cantidad de ocasiones.

Lo peor es el uso político que se hace a cuenta de este tema. Porque, a pesar de las medallas que se quieran colgar y a pesar de las lecciones morales que nos pretenden dar nombrándose adalides de la igualdad, cuando les toca a ellos se les cae la torre de naipes.

Empieza por limpiar tu casa y luego exige que yo limpie la mía. O al menos, no me restriegues por la cara lo que es moralmente correcto o no. Hace tiempo que hemos dejado de caer en la trampa, y la igualdad, la paridad, de cara a la galería, hace más daño que bien.

Ya sabes que vengo de familia de negocio de muebles, Luismi, y me gusta recordar a menudo que conocí a una chica, no caigo ahora en cómo se llamaba, que era jefa de almacén de una fábrica de muebles.

Te aseguro que nunca he visto una persona responsable de un trabajo tradicionalmente de hombres, con su capacidad. Y hete aquí, amigo Luismi, que en estos nuevos tiempos en los que la cremallera se convierte en ley, los cuatro primeros tenientes de alcalde de mi ciudad son hombres. Los cuatros siguientes, mujeres.

¿Orden alfabético? ¿Capacidades? ¿Estatura? ¿Color de pelo? ¿Cuál es el criterio seguido? Seguramente, querido Luismi, no se ha seguido ningún tipo de criterio. Ni de paridad, ni de igualdad, ni de competencias. Y para mí, eso es lo más triste de todo. Aparentemente, sin criterio. Lo que yo te diga.

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