El Puerto de Santa María es sin lugar a dudas una de las poblaciones de la provincia con mayor potencial para el desarrollo turístico porque reúne en su término municipal un microcosmos de todo aquello que los turistas buscan cuando visitan esta zona.
Tiene un casco histórico, que puede llegar a ser muy atractivo, una magníficas playas, amplios espacios naturales, campo de regatas para la vela, una historia jalonada de sucesos importantes no solo en el ámbito local sino para la historia nacional, un buen puñado de artistas e intelectuales de altísimo nivel, una gastronomía que reúne lo mejor del campo y la mar y un emplazamiento envidiable en el corazón de la bahía gaditana.
Lamentablemente estos elementos que debieran haber sido su fortaleza han sido los que han provocado la desidia municipal a lo largo de los últimos veinte años pues siempre los políticos pensaron y desgraciadamente aun los siguen pensado, haciendo un magnífico alarde de su desconocimiento en materia turística, que el ser, es condición no solo necesaria sino suficiente, sin tener en cuenta que si bien poseemos todos esos recursos no somos los únicos que los tenemos, ya que poblaciones con muchos menos elementos de desarrollo han conseguido a base de esfuerzo y promoción colocarse entre los destinos preferidos de los visitantes.
Durante los veinte últimos años la promoción de la ciudad se confió al trabajo y los recursos que para ello destinaron algunas empresas del ámbito turístico que pasearon el nombre de El Puerto por toda la geografía nacional, sabiendo que la mejor forma de vender sus productos era asociándolos a la ciudad en la que estaban radicados, de ahí la importancia para ellos de vender el destino para de esa manera hacer lo propio con sus productos.
Mientras tanto aquí se vivió de la complacencia de pensar que la ciudad no necesitaba nada para que los turistas viniesen ya que estamos en un lugar tocado de la mano divina que supera en mucho a nuestros competidores.
Esta visión simplista de la realidad de los mercados turísticos nos ha llevado a tener hoy una ciudad en la que la temporada de playas es demasiado corta en cuanto a infraestructuras para el disfrute de las mismas se refiere; a padecer durante años el mal endémico de no tener planos ni otros materiales impresos que ofrecerles a los visitantes y dejar la realización de estos en manos de empresas privadas; a tener un casco histórico absolutamente abandonado por la incapacidad municipal de aprobar el documento fundamental para el desarrollo del mismo; a carecer de equipamientos culturales públicos y que los existentes se encuentren en la mayoría de los casos cerrados o con horarios muy restringidos para nada compatibles con las necesidades de los visitantes; a la no puesta en valor de elementos importantes de nuestro patrimonio etnológico como son las salinas, la cultura del vino, los oficios tradicionales, la dual relación del portuense con el río y el mar, aspecto diferenciador que nunca hemos conseguido rentabilizar.
El desarrollo turístico de El Puerto debe de tener como objetivo hacer de la ciudad un lugar amable para sus habitantes y de esa manera conseguiremos que los visitantes sientan el deseo de compartir nuestra experiencia cotidiana.