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Deportes

Cornada de dos trayectorias

El nefasto resultado ante el Málaga ahonda en la herida de un club cuyo futuro deportivo e institucional se presenta incierto

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  • Quien mal empieza, mal acaba -

No es matemático, pero sí más que virtual. El Betis jugará la temporada que viene en Segunda División. Sin embargo, la realidad del club de Heliópolis es más compleja y tenebrosa de la que suele conllevar un descenso.

Abocado históricamente a la absoluta autodestrucción, la entidad bética vive inmersa en un caos, no sólo deportivo, sino también institucional. Y esas dos direcciones, a día de hoy, son difíciles de atisbar, pues en los anales deportivos de esta institución centenaria no se había dado un caso de tan extremo castigo.

Condena en ambos asuntos cuyos culpables, desde verano de 2014, han sido engullidos por sus propios errores y desconocimiento de la materia en algunos casos, cuando en otros, han recaído sobre los pilares de una complacencia infame.

A ocho de la salvación, los de Calderón, con siete jornadas por delante y 21 puntos en juego, las cuentas pasan por ganarlo todo o como mucho, dejarse un triunfo, lo que colocaría al equipo de las trece barras en 40, por debajo de la media que se suele exigir para alcanzar la permanencia.

Pero nada de eso ya importa, pues los números y el momento anímico de los futbolistas, impiden a todas luces creer en la fe de una remontada que a día de hoy, está más lejos que nunca.

Una planificación deportiva desastrosa en verano perpetrada por Stosic, auspiciada por Bosch Valero y que recibió la gratificación pública de Mel. Tres personajes en sus respectivos cargos, que tarde o temprano, firmaron su salida del club heliopolitano.

Garrido sustituyendo a su predecesor, empeoró incluso una coyuntura pésima ya de por sí, circunstancia por la que fue cesado y Calderón, la última bala, que no ha logrado surtir efecto.

El lamentable desenlace en el Euroderbi para el beticismo es una muesca cuya ‘vendetta’ tal vez nunca se lleva a cabo y mientras tanto, en la penumbra más ruidosa, la figura de Manuel Ruiz de Lopera y su entorno más ferviente, han hecho todo lo necesario y posible para aprovechar la debilidad de una institución judicializada, que ni Guillén, presidente del nuevo Betis que se oteaba, ha podido soportar la presión de la pelotita cuando no entra y de una afición cansada de ver una clase dirigente que termina por dilapidar cualquier indicio de ilusión.

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