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Jerez

Cincuenta años de la ordenación sacerdotal de Francisco Fuego Luza

Fue el primer párroco de la del Corpus Christi y el encargado de poner en marcha la de Las Nieves

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  • El Padre Fuego -

Tal día como hoy, pero hace cincuenta años, en la Catedral de Sevilla, el entonces obispo auxiliar José María Cirarda Lachiondo presidió la ordenación sacerdotal de un joven jerezano, nacido en el barrio de San Mateo,  que atendía al nombre de Francisco Fuego Luza. Tenía 25 años en aquel 16 de junio de 1953. Doce años llevaba en los distintos seminarios de la Diócesis de Sevilla, ya que la de Asidonia Jerez no había sido creada aún. Debería haber sido el cardenal Bueno Monreal quien le ordenase, pero “estaban en el Concilio Vaticano II y me ordenó monseñor Cirarda que, a su vez, era el obispo auxiliar de Jerez”.
Cincuenta años de sacerdocio que se conmemorarán hoy en la parroquial de Nuestra Señora de Las Nieves con una misa concelebrada y luego, como se hacen las cosas en Jerez, con un acto de convivencia en bodegas Diplomático. De aquel 16 de junio a éste han ocurrido muchas cosas, demasiadas porque “los cambios se han acelerado en todos los órdenes”, pero Francisco Fuego sigue fiel a sus feligreses, a su vida en la parroquia, ahora ya más tranquilo después de haber tenido que compatibilizar durante años su labor pastoral con la ecónomo de la Diócesis.

A Sanlúcar con 13 años
En su despacho en la parroquial de Las Nieves, el sacerdote Fuego Luza desgranaba la historia de su vida consagrada a Dios desde que “en el año 1953 decidí entrar en el seminario. Salí en el 1963. En el de Sanlúcar estudié Humanidades y Filosofía y Teología en el de Sevilla”.  Antes “había nacido en San Mateo, pero mi familia se trasladó a la calle Idolos. ¿Por qué sacerdote? Creo que se lo debo a mi madre. Desde chico quise ser sacerdote. Recuerdo que un lego de La Merced, fray Nolasco, fue el que me empujó. Al término de una novena a la Patrona habló con el vicario general, Tomás Castillo Aguado, y le dijo “este chico quiere ir al seminario”. Y en una semana hubo que arreglarlo todo. Solo tenía ese plazo y con 13 años ya estaba en el seminario y hasta ahora”.
Entonces había mucha vocación, al contrario de lo que ocurre en estos días. “En mi curso, en Sanlúcar, había unos cien chavalillos. Estaba el seminario de Sevilla, se creó el de Pilas y también el de Umbrete. Había cuatro seminarios abiertos en la diócesis, aunque Jerez y Huelva pertenecían a Sevilla todavía. De todos modos, cuando canté misa había más de dos mil seminaristas”.
Y ahora el número se ha recortado al mínimo. Cree el cincuentenario sacerdote que “las causas han sido varias. Después del Concilio se fueron muchos. Fue un cambio que se dejó sentir.  Han sido muchos cambios. Creo que son causas diversas. Ahora están surgiendo más vocaciones, pero es que habíamos tocado ya el suelo, estábamos ya muy abajo”.
Él siempre ha estado arriba en su fe, en su verdad porque “cuando han surgido momentos de debilidad han servido para hacerme más fuerte”. Cuenta su vida sacerdotal con auténtico entusiasmo, con la misma ilusión con la que cantó su primera misa “siete días después de ordenarme. Fue el día 23 de junio y en la basílica de la Patrona, en la basílica de la Virgen de La Merced. Toda mi vida ha sido al lado de la Virgen”.
Pero no se quedó en Jerez de inicio sino que su primera labor fue en Arcos, “en la parroquia de San Pedro como coadjutor y como capellán de las monjitas del Barrio Bajo, era un asilo y estaba allí ya hecho cuando año y medio más tarde me requirió don Francisco González Cornejo, que era el párroco de San Mateo. Se lo pidió a monseñor Cirarda y me vine de coadjutor de la parroquia y encargado de lo que después sería la parroquia del Corpus Christi, en lo que se llamaba la barriada La Guita. Le decían La Guita porque las habitaciones eran tan pequeñas que la gente iba con una guita a medirlas para ver si entraban los muebles. Allí estuve catorce años, creando la parroquia del Corpus Christi y siendo su primer párroco”.
En esos años se distinguió su pastoral por “una labor asistencial, se trataba de gente muy humilde y ayudamos a los vecinos a muchas cosas, entre ellas a arreglar la cuesta de piedras por donde corrían aguas fecales. Montamos una guardería para niños, también un economato de alimentación, ahora que tanto se habla de estas cosas. Pienso que fue una labor muy bonita. Estando allí de párroco llegaba hasta el pago de Las Tablas”.
Pero estaba claro que su vida no se podía quedar en aquella parroquia de Picadueñas y que en el sacerdocio, como en otros órdenes profesionales, las circunstancias cambian de un día para otro. En esta ocasión la “culpa” la tuvo “mi amigo el párroco de Los Descalzos, Villegas, que me empujó a solicitar una plaza de capellán castrense y me metí voluntario a hacer la mili en el cuartel de El Tempul. Llegué a estar de capellán militar cuatro años. Jerez era rico en militares y es una lástima que los cuarteles se hayan perdido. Esa labor la simultaneaba con la de párroco del Corpus Christi. Me recorrí media España ya que se hacían muchas maniobras e hice muchas campañas. En Zaragoza pasé un frío impresionante y en Almería tragué todo el polvo de aquella zona. Allí había más de diez mil soldados”.
Lógicamente cuando salía de campaña o de maniobra, la parroquia no quedaba desatendida porque “me ayudaban los mercedarios. Ya estaba de obispo de Asidonia Jerez don Rafael Bellido Caro y le pedí que nombrase coadjutor a algún compañero de esa Orden. Al final me terminó proponiendo que fuese a una parroquia nueva que se iba a crear y que se quedase la del Corpus Christi en manos de los mercedarios. Así fue y así sigue en la actualidad”.
Esa nueva parroquia que se iba a crear era la de Nuestra Señora de Las Nieves en la zona de plaza del Caballo. “La parroquia se creó el 7 del 7 del 77. En diciembre tomé posesión. Estuvimos en un local diez años de alquiler con opción a compra, estuvimos en un casco de bodega donde había un bota de Mariscal. En las misas había un olor a vino tremendo y los monaguillos se las ingeniaban para beber de la bota. En el 90 se compró el templo actual y en el 92 se consagró. Cada 18 de marzo hacemos el aniversario de su consagración. Cuando llegué no había nada. Estuvimos ayudándonos con Fátima, de la se desgajó esta feligresía. Celebré misas en El Bosque, Fermesa nos dio un cuarto. Estuve, incluso, a punto de firmar la compra de un local debajo de esa mole que es Jerez 74. No me gustaba. Era entonces la moda de las iglesias debajo de los edificios, pero no me convencía. Días antes de firmar ese local me enteré que se vendía esta parcela y la compramos por diez millones. Tiene más de tres mil metros, aunque al hacerla nueva hubo que ceder calles al Ayuntamiento.  Salió adelante con el esfuerzo de todo. Celebramos no sé cuántas comidas en Alfonso, rifas, hemos hecho de todo, pero con el esfuerzo de los feligreses lo conseguimos”.
Y pasó de un extremo social a otro. “De una parroquia humilde a otra de un nivel social más alto, de profesionales liberales, de gente no de apellidos ilustres, pero sí acomodada y les doy gracias a todos por acogernos”. 

“La restauración de Bertemati nos dio espacio y prestigio”

Juan del Río, segundo obispo de Asidonia Jerez, le nombró “monseñor. Pidió ese título que significa prelado doméstico de Su Santidad. Lo pidió por un elenco de cosas”: Bellido Caro, Del Río y ahora Mazuelos. Con Del Río tuvo un contacto mucho más amplio que con los otros dos ya que “don Rafael me nombró canónigo y don Juan me llamó para formar parte de su curia. Me nombró secretario-canciller ocupando el sitio de González Cornejo. Estuve en ese puesto hasta que salió Federico Mantaras que vino con sus estudios y entonces me nombró vicario de asuntos económicos y ecónomo. En esa época hicimos la restauración del Palacio de Bertemati, tras vender la antigua casa de Eguiluz. Se vendió en el momento oportuno. Nos llevó algunos años. Don Juan era un hombre de acción. Se encontró con el adiós de los cartujos y la llegada de las monjas. También se fueron las monjas del llamado Servicio Doméstico. Ellas no sabían que Bertemati pasaba a la Diócesis. No se podía vender y había que buscarle una utilidad. Qué mejor utilidad que como casa de la Iglesia. No cabíamos en Eguiluz. Don Rafael había hecho un primer intento comprando una parte del convento de las Siervas de María, en Las Angustias. Pensaba mantener las dos casas, pero en el arroyo cabíamos todos y se vendió también esa parte que compró don Rafael. Ganamos en espacio, en prestigio y en todo. Aunque algunos lo criticasen fue una gran obra”.
Ahora se ha quedado solo con la parroquia “porque con don José llegó gente nueva y le pedí que, ya con 75 años, me relevase y me sustituyó Diego Moreno”. El actual párroco de Santiago. “Mire, al principio llevaba lo de patrimonio. Del tema de Santiago se hizo cargo la Junta. Con lo de San Dionisio fue distinto porque la mayor parte lo  pagó el Ayuntamiento, junto a nosotros. La misma empresa que rehabilitó San Dionisio se hizo cargo de Santiago, pero un mes antes de entregar la obra de la primera fase entró en concurso de acreedores  y se ha llevado muerto muchos años, hasta que ahora se ha hecho cargo nuevamente la Iglesia y es un proyecto que lógicamente habrá que sacar hacia adelante”.
Él está feliz en una parroquia que “no tiene la puerta chica para que no haya hermandades, ahí no me metí”.

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