El tiempo en: Torremolinos
Publicidad Ai
Publicidad Ai

Andalucía

El juez Miguel Ángel del Arco carga en sus memorias contra las injerencias políticas

Del Arco, nacido en Villacarrillo, Jaén, en 1945, está jubilado tras 43 años en un juzgado. Ha desarrollado casi toda su carrera en Granada

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
  • Miguel Ángel del Arco. -

El juez Miguel Ángel del Arco sufrió la amenaza terrorista, le envenenaron a un perro por investigar el fraude de las entradas a la Alhambra, escudriñó el fraude al Plan de Empleo Rural y ahora ha concluido sus memorias con un tercer volumen tan crítico con los políticos y los propios jueces que todas esas cosas, años después, parecen minucias.

"No juzguéis" es el título de este tercer volumen -que a punto ha estado de titularse "El juez de la horca", película a la que hay constantes referencias en este libro-, que sucede a otros títulos tan sugerentes y tan inesperados en un juez como "La audiencia se va de caza" y "La jauría judicial", todos ellos publicados en la colección La Veleta, que él mismo fundó y que dirige el escritor Andrés Trapiello.

Del Arco (Villacarrillo, Jaén, 1945), jubilado tras 43 años en un juzgado y que ha desarrollado casi toda su carrera en Granada, dice ya en las primeras páginas haber aprendido que "todo puede pervertirse" y, acerca de las garantías del sistema judicial, que "el parapeto de ese celo garantista se usa a veces para incentivar la promoción política, encubrir el afán de hacerse notar y hasta obtener inimaginable benignidad para el preso 'especial' en detrimento del común".

Y su experiencia le dice que para lograr esos fines "la estrategia consiste en ir contra el juez a degüello: desprestigiarlo, recurrir todas sus decisiones y retorcer la ley para lograr la nulidad del procedimiento y que se absuelva al reo".

"Los jueces ascienden en política a condición de no hacer nada"

"Cuanto más arriba, mayor incomprensión", escribe sobre sus superiores en la judicatura, de los que no duda en generalizar: "Ascendían en el escalafón o en política a condición de no hacer nada".

"La mayoría de los juristas son personas que huyen del riesgo, que rehúsan los cambios inevitables de la realidad", señala antes de advertir que "una cosa representa la ley y otra la moral, aunque deberían coincidir en la esencia", mientras que del Tribunal Constitucional concluye que "está consagrado en un perpetuo 7-4, para bochorno del Derecho y de la separación de poderes".

También habla del "desvarío de jueves disfrazados de políticos y de políticos que son jueces o fiscales, guerrilleros, comisarios, agentes ideológicos, piezas del engranaje de una estrategia partidista, integrantes de un comando", y añade que "entre unos y otros hemos convertido el Derecho en una ciencia imprevisible", mientras que de los políticos añade:

"Los políticos, en su mayoría, nos distraen de lo esencial, hacen sus juegos y sus quiebros como magos cínicos, pero en el circo nunca tendrían un lugar, porque los payasos son honrados con los trucos. Sus intereses confluyen en los de su clase, pero no en la gente de los barrios humildes, ni en las pequeñas empresas, si en los servicios públicos... Les dan igual".

Subastar el Código Penal

Al abordar la compleja relación de los políticos con la justicia, Del Arco los acusa de "utilizar tretas que permiten reformar una ley por razones partidistas", y pone una ristra de ejemplos:

"Conseguir un indulto encubierto o dirigido a salvar de la prisión impuesta en sentencia firme a un compañero político, conceder una amnistía a cambio de votos, desactivar delitos con eficacia retroactiva, instrumentalizar torticeramente la ley penitenciaria, subastar el Código Penal al mejor postor, lograr o mantener mayorías de gobierno con cesión de bienes públicos en beneficio de unos partidos...".

Y añade: "La injerencia política ha desdibujado las instituciones. Provoca que la Fiscalía General del Estado parezca más la fiscalía del Gobierno de turno; que el Consejo del Poder Judicial resulte una de las primeras víctimas de la partitocracia y que el Tribunal Constitucional se haya convertido en un 'legislador en negativo´', que es lo que es, pero cada vez menos 'jurisdiccionalizado' y más politizado; insoportablemente politizado".

Un Poder Ejecutivo más fuerte que en la Dictadura

 "Puede decirse que el Poder Ejecutivo en cuestiones de justicia es más fuerte que en la Dictadura y que resulta incoherente con el Estado de Derecho", dice el juez, para añadir sobre el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que "se ha tocado fondo porque hay instituciones sin solución: no cabe marcha atrás ni existen milagros, ni una ley que reforme una vez más lo reformado".

"Entre unos y otros convirtieron en CGPJ en un órgano controlado, carente de iniciativa para actuar como un auténtico contrapeso de los otros poderes constitucionales", concluye.

Las memorias del juez también contienen referencias familiares -su abuela era la limpiadora del juzgado de su pueblo- y frases lapidarias que parecen aforismos: "La prisión casi nunca rehabilita; la prisión destroza"; "La Constitución dice lo que el Tribunal Constitucional quiere que diga"; "La existencia de tribunales Superiores de Justicia ha dado lugar a una nueva casta judicial autonómica encantada de haberse conocido".

Y una más: "Me sigue impresionando la inmensa potestad legal de un juez de instrucción ('la persona con más poder en Francia', decía el mismísimo Napoleón). Sobre todo a la hora de no arrugarse cuando otro Poder te hecha un pulso".

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN