A su juicio, ni la disposición genética ni el entorno justifica la diferencia cerebral entre hombres y mujeres, "sino una diferente concentración hormonal desde antes del nacimiento, en la que prima la testosterona en el varón, y los estrógenos y la progesterona en las féminas".
"La progesterona hace que los recién nacidos del sexo masculino sean más impulsivos, más excitables emocionalmente y más difíciles de tranquilizar que las niñas y que, desde su niñez, los hombres emprendan un camino ligeramente distinto al de las niñas, con más impulso", enfatiza Hüther.
Lo que es bien cierto para un simple observador es que el hombre medio está más capacitado que las mujeres para la síntesis, para la orientación espacial, para las capacidades fino-motoras, como la puntería, o para establecer relaciones jerárquicas de dominación, asegura el científico alemán en este ensayo, de Plataforma Editorial.
Por el contrario, ellas acopian más empatía y saben ponerse mejor en el lugar de los demás, poseen una mayor capacidad de comunicación verbal y entran en contacto visual con su interlocutor más abiertamente.
En la búsqueda del porqué de esta diferencia, Hüther llega a la conclusión de que "la estructura y organización de nuestro cerebro se adapta con especial facilidad cuando lo que hacemos nos resulta placentero, cuando ese 'algo' nos llega al alma", tras sus hallazgos como director del Centro de Investigación de Medicina Preventiva y Neurobiología de dos universidades alemanas.
"Cuando hacemos, aprendemos o vivimos algo con entusiasmo, las vías nerviosas que se activan en el cerebro, inicialmente frágiles, se convierten en carreteras cerebrales cada vez más preparadas para ser activadas y utilizadas y cuando estas actividades se prolongan en el tiempo, las vías cerebrales acaban convirtiéndose en algo semejante a autopistas" subraya el experto.
En ese momento es cuando tenemos un cerebro diferente al que teníamos antes, "aunque el responsable de todo esto no sea el entorno, sino el entusiasmo con el que un niño se relaciona, percibe, elabora y moldea su entorno, ya sea en su hogar, en la guardería, el colegio o en cualquier otro lugar".
Así, la causa por la que los hombres posean un cerebro diferente al de las mujeres se basa, por una parte, en que "desde pequeños se interesan por cosas diferentes, les importan y se entusiasman por otras materias, debido a que se orientan más hacia aquello que otros niños y otros hombres acogen con entusiasmo", subraya Hüther.
Este profesor universitario indica que el efecto del cóctel hormonal masculino sobre el niño cuando está en el cuerpo de la madre no se limita al cerebro, sino que abarca multitud de características corporales, como la forma del rostro.
"Cuanta mayor testosterona haya en la fase prenatal, tanto más 'masculino' y 'robusto' resultará el niño, incluso en la longitud de sus dedos, ya que la formación de un anular más largo se ve favorecida por esta hormona", nos explica el experto.
"Las hormonas, pues, desencadenan y regulan las diferencias corporales entre ambos sexos no porque los hombres desarrollan un cuerpo diferente al de las mujeres porque tengan otros genes y otro cerebro, sino porque sus glándulas sexuales producen y vierten en el sistema circulatorio otras hormonas", aporta Gerald Hüther como resultados de sus investigaciones.
Este especialista constata que comadronas, tocólogos y pediatras saben por experiencia que los niños recién nacidos presentan generalmente una constitución algo más débil y vulnerable que las niñas, especialmente cuando nacen prematuramente.