Este cambio supone un ahorro en consumo eléctrico de seis euros por hogar (90 millones de euros), según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), que sitúa el ahorro total en iluminación en unos 300 millones.
De esa cantidad, 210 millones corresponderían a los edificios del sector terciario y la industria.
Para alcanzar este ahorro, el IDAE, no obstante, recomienda llevar a cabo un comportamiento responsable en el hogar a la hora de prescindir de la iluminación artificial cuando no es necesaria, así como el uso de tecnologías de ahorro en edificios industriales y otros.
El cambio de hora comenzó a generalizarse, aunque de manera desigual, a partir de 1974, cuando se produjo la primera crisis del petróleo y algunos países decidieron adelantar sus relojes para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación.
Desde la aprobación de la novena directiva por el Parlamento Europeo y Consejo de la Unión, en enero de 2001, este cambio se aplica con carácter indefinido (dicha directiva está incorporada al ordenamiento jurídico español por real decreto desde el 1 de marzo).
Esta directiva establece con carácter permanente las fechas de inicio del período de la hora de verano y su finalización (cuando se retrasa el reloj una hora), produciéndose el último domingo de marzo y el último domingo de octubre, respectivamente.