Este año se ha cumplido un siglo de la creación del condado de Barbate por el rey Alfonso XIII, quien concede este título al gran magnate de las almadrabas conocido como “el rey del atún”, Serafín Romeu Fages, condecorado además en 1930 con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, y flamante consejero del Banco de España. Extraordinario benefactor de la aldea de Barbate–la perla de su “imperio”-, el conde fue un personaje de gran poder e influencia en el primer tercio del siglo XX.
El 26 de agosto, el Churruca efectuó 80 disparos de cañón contra la chanca de Barbate. En el momento del bombardeo, no sabía el comandante del Churruca, mientras se cuidaba mucho de rozar con un obús el chalé del conde, anexo a la chanca, que la contribución de Serafín Romeu a la causa de Franco ibaDescendiente directo de una familia catalana tradicionalmente vinculada al negocio de la pesca, desde que su abuelo, Cristóbal Romeu Casañas, nacido en Sitges, se instalara en Isla Cristina para traficar con sardinas y atunes, será su padre,Serafín Romeu Porta, quien más éxito alcance en los negocios de una extensa familia vinculada a distintas almadrabas. De sus logros en este campo se hizo eco hasta la prensa de la época, que llega a compararlo con los magnates del acero en Estados Unidos, atribuyéndole el poder de establecer los precios del atún en el mundo.
En Barbate, en cuya costa se ubica la principal almadraba que gestiona Romeu Porta, “Ensenada de Barbate”, levantó este la gran chanca o fábrica de conservas del atún, que llegaría a extenderse hasta casi los15.000 metros cuadrados, construyó el primer muelle y adoquinó la calle Real, que era la vía principal de la aldea a principios del siglo XX.
Único hijo de aquel empresario de éxito, Serafín Romeu Fages, don Serafín, el conde de Barbate, llega a ser un personaje de gran influencia pública: como empresario, se le considera figura indiscutible de los productos derivados del atún, los cuales van a llegar a los lugares más recónditos del mundo; como político, va a formar parte de las Cortes españolas en calidad de diputado, además de cabeza rectora–si bien en la sombra- del Partido Liberal en la provincia de Cádiz.
El Consorcio
Considerado como un cacique “bueno”, y conocida su labor en el distrito de Medina Sidonia, al que pertenece Barbate, localidad que ayuda a transformar con diversas obras, sus diez últimos años de vida son menos conocidos. No parece, no obstante, que fueran nada envidiables. Todo comenzó en 1928. Ese año, por Real Decreto de 20 de Marzo, número 560, y en lo que parece una venganza en toda regla del general Primo de Rivera por antiguos agravios recibidos, el gobierno de la dictadura crea el Consorcio Nacional Almadrabero, una entidad que se constituye por el Estado y los empresarios del sector para la explotación del atún, tanto su pesca, industrialización, como comercialización. Los concesionarios de almadrabas hubieron de aportar sus instalaciones para adquirir acciones y en función de estas obtener poder decisorio dentro de la nueva empresa, que desde luego apeaba de un puesto casi monopolístico al principal hombre en este negocio, Serafín Romeu Fages. De ser “el rey del atún”, pasaba a convertirse en una especie de funcionario al servicio del Estado, si bien como consejero general, como no podía ser de otro modo dada su contribución patrimonial, pero desde luego habiendo de plegarse a que otra gente, empezando por los propios funcionarios estatales, tuviesen poder decisorio sobre asuntos económicos que se hallaban en manos de la familia Romeu desde hacía más de 25 años.
Los furibundos ataques que recibe el Consorcio desde el periódico local “La Independencia de Barbate”, no por basarse en argumentos sobrados dejan de evidenciar la enorme repulsa que debía producir en el ánimo del conde aquella empresa. No obstante, mantenerse al margen de sus críticas siendo su consejero general no era fácil, a pesar de que el director del semanario, José Miranda de Sardi y también José Sánchez Ponce, presidente del Pósito de Pescadores, intentan salvar su figura de cara al linchamiento político que se barrunta en los estertores de la dictadura de Primo de Rivera. Apenas lo consiguen.
La II República
Proclamada la II República en la primavera de 1931, Serafín Romeu saca sus dotes camaleónicas. Dispuesto a contemporizar con los nuevos dueños de la situación, intenta hacer olvidar sus estrechos vínculos con la Monarquía.Fue un espejismo, máxime cuando el conde se sumó a la sanjurjada, en la que una serie de militares y otras personas cercanas a Alfonso XIII pretendieron acabar de un plumazo con la República. El fracaso del golpe obligó a Romeu a abandonar el control de dos periódicos madrileños de gran influencia en la vida pública: El Sol y la Voz, cuyos rotativos ensalzaban la labor del jefe del gobierno, Manuel Azaña, en tanto que desde la sombra el conde intentaba derrocarlo.
En el aspecto empresarial no le van mejor las cosas. Asociado ya por todos, como no podía ser de otra forma, con las inculcaciones en materia laboral características del Consorcio Nacional Almadrabero, intenta poner pose de circunstancias. Ahora lo vemos fotografiarse con los obreros de la chanca, y también auspiciando un documental, tan solo unos años más tarde de que apareciesen los primeros reportajes sonoros, en que se elogian los méritos de la gran fábrica del atún barbateña, en contraste con una aldea preñada de moscas y niños fumadores llenos de piojos para los que, según se pretende subliminalmente, hay una esperanza al calor de una industria que acoge en su seno a cientos de trabajadores. Eso sí, las miserias del Zapal ni aparecen.
Por mucho que cale el mensaje propagandístico del Consorcio, la situación política con la República favorece las reivindicaciones laborales contra un ente que explota sin miramientos a sus trabajadores y trabajadoras. En 1936, estalla un conflicto laboral en su seno. Los sindicatos llaman a la huelga general en la provincia de Cádiz, señal más que evidente del calado social que caracteriza a la empresa. La República no se lo piensa. Envía un buque al puerto de Cádiz para que sirva de prisión a los revoltosos que ya inundan las cárceles. Se suceden las manifestaciones y las acusaciones de traición a la clase obrera contra el gobierno republicano. En medio de ese conflicto, con Barbate sumado plenamente a la causa, de hecho tiene uno de los principales líderes sindicales en uno de los conocidos “Carito”, caen en la localidad abatidos a tiros este y su hermano. Imposible desligar el hecho de aquella huelga. Una manifestación sin precedentes recorre las calles de Cádiz en el entierro de Carito.
Ya para entonces se estaba fraguando otro golpe de estado contra la República. Desde el principio, la conspiración militar, dirigida por el general Mola, contó con la colaboración de muchos monárquicos. Entre ellos, Ramón de Carranza y el propio Conde de Barbate. El general Franco que en Marruecos contaba con las tropas mejor preparadas para imponerse en el país, se encontró con el problema inesperado de no disponer de la Armada para trasladar a sus soldados a través del Estrecho de Gibraltar, pues buena parte de las dotaciones de los buques de guerra españoles no se sumaron a la sublevación. Sabía que, de no conseguir pasar sus tropas, su intento de imponerse estaba condenado al fracaso o, cuando menos, a su propio fracaso para encabezar el Movimiento.
En el mismo mes de julio de 1936, los dirigentes del Consorcio Nacional Almadrabero, a través de Arsenio Martínez Campos, marqués de la Viesca, casado con una sobrina del conde de Barbate y hombre de gran confianza con quien mantiene distintos negocios, cedieron a los golpistas dos faluchos para la causa. Fue una contribución modesta, que logró pasar a unos 150 o 200 legionarios desde Ceuta, pero decisiva en unos momentos donde unos cuantos fusiles bien empuñados inclinaban la balanza de un lado u otro, como se vio en Sevilla, adonde ayudaron estas fuerzas a consolidar la labor de Queipo de Llano, o sea, del aeropuerto de la ciudad, pieza fundamental para traer a la península las mejores tropas del ejército. Y a Franco.
Enterado el gobierno republicano de este hecho, ordenó al destructor “Churruca” bombardear las fábricas del Consorcio en Tarifa, Barbate y Sancti Petri. Sólo las fábricas, evitando el castigo a las poblaciones, que por lo demás eran mayormente republicanas. El 26 de agosto, el Churruca efectuó 80 disparos de cañón contra la chanca de Barbate. En el momento del bombardeo, no sabía el comandante del Churruca, mientras se cuidaba mucho de rozar con un obús el chalé del conde, anexo a la chanca, que la contribución de Serafín Romeu a la causa de Franco iba a ir mucho más allá de ceder unos tristes faluchos del Consorcio. El propio gobierno republicano no parecía estar muy seguro de la implicación del conde. De otro modo, cuesta explicar que esperase casi un mes tras el bombardeo para ordenar un registro en el despacho principal del Consorcio que, en la calle Sevilla número 3 de Madrid, mantenían abierto el conde y Martínez Campos. Fue entonces cuando los papeles hallados por las milicias de Atadell no dejaron lugar a dudas. Entre ellos, se descubrió numerosa correspondencia relacionada con la sublevación, cartas cruzadas del conde y del marqués de la Viesca con capitanes de la marina mercante que operaban en el protectorado español de Marruecos y en Tánger; también aparecieron documentos que probaban una evasión de capitales desde bancos españoles hacia sucursales extranjeras. Y esto no era lo más grave. El registro sacó a la luz “uno de los mejores ficheros relacionados con el Movimiento, en el que figuraban personas civiles y militares, con tanto detalle, que en las fichas se citan hasta nombres de soldados y regimientos donde sirven”.
Cabe pensar que las transferencias de crédito hacia el extranjero abonaban gastos de proveedores de armas u otros implementos para asegurar el éxito del golpe, y que los contactos con los capitanes de la marina mercante pretendían asegurar el paso del Estrecho por las tropas de Franco. Y, aunque no fuesen correctas estas suposiciones, el hecho de aparecer un fichero y otros datos con los nombres de los implicados en la trama golpista, pone al descubierto que el despacho del Consorcio Nacional Almadrabero en Madrid, verdadero nido de conspiradores por donde habrían desfilado muchos de los militares y civiles levantiscos, había sido uno de los lugares clave para la organización, no solo del alzamiento militar en la capital, sino en toda España. También se deducía que tanto el conde de Barbate, como el marqués de la Viesca, habían trabajado como figuras de primer orden entre los organizadores, utilizando un despacho civil como tapadera que precisamente por su carácter civil podía pasar desapercibido a ojos de cualquier sospecha.
Como era de esperar, días después, el gobierno republicano ordenaba la disolución y liquidación del Consorcio Nacional Almadrabero debido a “la activa participación de los jefes de la compañía en el Golpe Militar, decisión que poco efecto podía ya tener, pues el hecho cierto era que las almadrabas principales y sus empresas se hallaban ubicadas en la zona de los sublevados.
Un encargo letal
Sobre la muerte del conde de Barbate no tenemos noticias fidedignas. Lo que a continuación sigue se ha elaborado a partir de informaciones obtenidas bajo el anonimato de los informantes, informaciones de las que se ha espigado lo, presuntamente, más verídico.
A principios de octubre de 1937, el conde de Barbate llega a Génova con una misión especial y secreta. En principio su presencia en la ciudad no tiene porqué alentar sospechas, al fin y al cabo acude a ella con frecuencia, puesto que es allí es donde se encuentra el principal mercado de conservas de atún. Y, precisamente por su conocimiento del terreno, porque sabe desenvolverse en el idioma italiano y sobre todo porque en Génova se halla la sede del almirantazgo de la Regia Marina, las autoridades franquistas le han encargado a Serafín Romeu que realice este viaje, cuya importancia es vital para la causa rebelde.
Como ya se ha referido, lo descubierto en la sede del Consorcio Nacional Almadrabero en Madrid deja bien a las claras que el conde de Barbate tenía sobrada experiencia en fraguar gestiones ilegales en la sombra, gestiones que, desde luego, implicaban un gran riesgo. Pero Génova no es Madrid. En la capital española la capacidad camaleónica del conde, sus contactos entre los principales sectores de la sociedad, sus amistades e influencias suponen un seguro de vida. O lo suponían hasta, al menos, la entrada de las milicias de Atadell en las oficinas del Consorcio.
Otra cosa es Génova. Cierto que la ciudad pertenece a un estado gobernado por un fascista que respalda y apoya casi incondicionalmente a los golpistas. Pero no por eso la misión del conde está exenta de riesgos, y estos se calibran en función de la naturaleza y repercusión del objetivo. Acostumbrado a visitar Génova para gestionar sus negocios, en esta ocasión, la maleta que acompaña a Serafín Romeu no va incluir en su interior efectos personales, sino una cantidad mayúscula de dinero aportada por un íntimo amigo, el III Marqués de Viana, una suma destinada a abonar el primer plazo de la adquisición de ciertos destructores modernos que habrían de formar parte de la armada franquista. Los italianos ya advirtieron que no entregarían los barcos hasta no recibir el precio convenido en metálico, y además han de recibirlo de manos de alguien en quien puedan confiar. Al contrario que Mussolini y Ciano, muy interesados en proporcionar barcos a los rebeldes españoles, la Regia Marina, que ya se huele en el horizonte una guerra de mayor alcance que la española, no comparte ese entusiasmo, y dilata hasta cuanto le es posible la entrega de los buques de guerra, bien aumentando sus precios o bien oponiendo razones técnicas. Ante estas circunstancias, las suspicacias motivadas por la poca voluntad de cerrar el trato pueden dar al traste con todo el negocio.
Pero no es ese el principal problema. Consciente más o menos de ello, al conde lo acechan otras amenazas más serias. Agentes republicanos españoles están actuando en el extranjero con el propósito de evitar a toda costa que los grandes financieros ultimen tratos que hagan llegar más armamento hasta los sublevados. Conocen ya, por la vía trágica, que submarinos italianos han arribado a España, y que Juan March –enemigo declarado de la República- ha desembarcado en el mes de junio en Nápoles con la oculta misión, se dice, de comprar aviones para el general Franco. Si no las organizaciones internacionales por las buenas, los republicanos están dispuestos por las malas a que se respeten, en lo que les incumbe, los tratados de Washington y Londres de 1936, los cuales prohibían cualquier cesión de armamento de guerra a las partes en conflicto.
El conde de Barbate, ciñéndose a la premisa elemental de no levantar sospechas, ha de hospedarse en el hotel de costumbre. Parece ser que es allí mismo donde se procede a la entrega del monto total en divisas, cerrándose la operación para traer a España, exactamente, dos buques: son los destructores Aquila (luego Melilla) y Falco (luego Ceuta). Usados por Italia en la Primera Guerra Mundial, y por tanto material anticuado y próximo al desguace, difícilmente sostendrían sin irse a pique un cruce de disparos de enfrentarse a cualquier unidad moderna de la armada republicana. Poco importa, Franco necesita afirmar pomposamente que posee una Armada, e intimidar en el litoral a mercantes al servicio del enemigo. El trato se ha formalizado conforme a lo previsto. La orden de permitir la salida de los dos buques adquiridos se emite en cuanto se comprueba la exactitud del pago, y ambos navegan al poco tiempo rumbo a España,en concreto el día 24 de aquel mes de octubre, una vez que se han entregado a oficiales de la Armada franquista en La Spezia, puerto situado al sur de Génova donde la Regia Marina tiene su principal arsenal.
Sin embargo, el conde no ha vuelto a España tras cerrarse el trato. “Víctima de una súbita enfermedad”, se informa que ha fallecido el día 12 en la misma Génova, en el número 16 de la Salita della Rondinella (la Subida de la Golondrina), justo a los tres días de su llegada y al poco tiempo de cerrarse el negocio que lo ha llevado hasta allí.
¿Qué ha ocurrido exactamente? Ignorado por las fuentes informativas, estas han acudido, antes que nada, a la partida de defunción. No tiene porqué ser un documento fiable, visto que las personas que lo pueden confeccionar, sometidas a los poderes públicos, no siempre reciben licencia para reflejar la causa del fallecimiento que se realiza en función de la inspección del cuerpo. Pero, analizado el documento, parece ser que existen en él inequívocos indicios que se acomodan mal con una muerte natural.
A partir de aquí, todo son especulaciones, y cualquier intento de sacar a relucir la verdad de los hechos tropieza con la propia naturaleza de la misión que había llevado al conde hasta Génova. Es muy probable que los hombres de la República hallan actuado con acierto en su cometido, si bien, a todas luces más tarde de la cuenta. Pero resulta sorprendente, cuando menos, que un hombre que se persona en Italia con un maletín lleno de dinero con destino al gobierno italiano, no sea recibido y escoltado en todo momento para su protección personal. Esto lleva a la conclusión de que, o bien se ha fracasado estrepitosamente en la tarea de protegerlo, o quienes habían de hacerlo recibieron órdenes en un sentido totalmente contrario.
Nada es descartable, y antes que nada la probabilidad de que, simplemente, el conde falleciese de un infarto. En cualquier caso, hoy por hoy, solo un análisis de sus restos óseos podrían dilucidar la razón exacta de su muerte. Eso sí, siempre que en el féretro sellado que arribó a Tarifa un 23 de Octubre de 1937 en el buque Conte de Savoia, viniese verdaderamente el cuerpo de Serafín Romeu Fages.